Tokio, Japón. – Encima del majestuoso Puente Arcoíris, que atraviesa la bahía de Tokio, resulta espectacular la vista del Skyline, la silueta de la imponente megápolis japonesa.

Rascacielos de acero y vidrio y cientos de edificios conforman una imagen ultramoderna de una urbe donde viven unos 44 millones de personas.

Para casi todos los visitantes que llegaron a Tokio en ocasión de los Juegos Olímpicos de 2020 resulta impresionante la visión de una ciudad futurista, donde la tecnología de punta convive con la más ancestral tradición.

Pero ni los gigantescos rascacielos, ni los trenes rápidos, pueden esconder los problemas de una sociedad, donde el capitalismo exhibe su mejor cara, a costa de exigir un alto nivel de productividad a la población económicamente activa.

Problemas económicos

A pesar de la aparente prosperidad, la economía japonesa no vive sus mejores momentos. Y es que Japón es uno de los países más envejecidos del mundo y además con una muy baja tasa de natalidad, lo que ha hecho caer la fuerza laboral activa, sostén de la economía y del actual sistema de pensiones.

Por otro lado, el 28 por ciento de los nipones son mayores de 65 y dentro de 2 años habrá un anciano por cada dos trabajadores, una carga económica muy difícil de llevar.

Por eso, es probable que a mediano plazo el gobierno disminuya la inversión pública, aumente los impuestos y reduzca las prestaciones sociales.

Pero más allá de esas medidas, de seguro seguirán sacándole brillo a la engañosamente deslumbrante vitrina japonesa del capitalismo.