Granma, Cuba.- Desde la enseñanza primaria, el bayamés Javier Millet Rodríguez mostraba inclinación por el arte, ese mismo que le venía por herencia familiar.
La habitualidad de sus padres guitarristas en espectáculos y descargas, y el aprendizaje académico, le hicieron preferir la instrumentación musical de concierto, en contraposición con las alegorías populares con las que siempre soñó.
Seré un buen músico, se impuso el inteligente muchacho, al llegar a las aulas de la Escuela Nacional de Arte, en la capital cubana. Ese plantel le tendría como alumno ávido de conocimientos.
Una vez graduado, y ya con dotes artísticos singulares, el horizonte creativo de Millet Rodríguez fue combinándose entre una orquesta de cámara y una sinfónica juvenil, en el Bayamo de sus anhelos. Pero un encuentro con el percusionista cubano Abel Acosta, cambiaría su vida.
Del violín a la dirección de orquestas
El joven Javier Millet Rodríguez optó por crear agrupaciones de conciertos en su Bayamo natal, en lugar de vincularse a prestigiosos artistas cubanos. Sus habilidades y empeños formativos hicieron que fuera invitado a estudiar dirección orquestal, con el prestigioso maestro Enrique Pérez Mesa.
De lo mejor que me ha ocurrido, confiesa el talentoso granmense. Serio, persistente, amante de la pedagogía y la numismática, ha sido elogiado por personalidades de la cultura nacional como Guido López-Gavilán e Iván Valiente, por su afán, carácter, oído musical y pericias técnicas.
Todo mi mundo artístico lo llevo a mis raíces, subraya. Javier Millet Rodríguez, hoy ejecutante de varios instrumentos musicales, jerarquiza una pasión: consolidar una orquesta sinfónica en Bayamo, una concreción útil en un territorio de legado cultural incuestionable.