Por eso, y no es que uno sea un escéptico profesional, sino que la vida, y sobre todo la crueldad de un bloqueo de medio siglo, nos han demostrado que con Estados Unidos, las intenciones no bastan y se necesitan hechos.
Fue el único estandarte que creyeron los haría visibles. La bandera que levantaron en señal de vida y, por qué no, de victoria. Porque cuando se pierde el techo, las ropas y los recuerdos -aquello que atesoramos hasta que el viento se empeña en volar muy fuerte-, quedar en pie es un triunfo.
Cuenta la historia de la humanidad con numerosos ejemplos de civilizaciones víctimas del cerco de poderosas supremacías. Hoy y en pleno siglo XXI existe una nación, Cuba, que por más de 50 años enfrenta el bloqueo de la hegemonía más poderosa de todos los tiempos.
El planeta vive hoy otro recalentamiento que no se deriva de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Se trata del serio peligro de confrontación de elevadísimo costo que empieza a proyectarse entre Rusia y Estados Unidos.
Aunque parezca mentira, el cerrado cerco tendido por Estados Unidos contra Cuba tiene, entre otros objetivos, impedir el acceso de los cubanos a la alimentación.
Luego de actuar como un elefante en la cristalería, el candidato presidencial republicano, Donald Trump, afronta una situación difícil. El motivo, un video que refleja brutales declaraciones suyas sobre mujeres de Estados Unidos.
La incertidumbre es hoy una amenazante sombra que ronda sobre el futuro de las negociaciones de paz de Colombia, luego del inesperado triunfo del NO en el plebiscito del domingo anterior.
Escenas de inmenso dolor vivió Cuba el 6 de octubre de 1976 con la destrucción en pleno vuelo de un avión comercial, entre cuyos pasajeros estaban jóvenes esgrimistas que regresaban a la Patria con sus medallas de oro.
El pueblo cubano no puede evitar que le invada el dolor cada octubre. En la memoria vive aquel acto terrorista en las costas de Barbados, que enlutó a las familias de 73 personas inocentes, en su mayoría jóvenes deportistas, sacrificados en la flor de su vida