La Habana, Cuba.- Hace hoy 100 años nació en La Habana Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, un nombre que resumió en Alicia Alonso cuando supo que su destino estaría indisolublemente ligado a su pasión por el ballet.

Y con él trascendió a la historia de la danza, que la reconoce como la bailarina clásica de más larga carrera artística y mucho más, porque sustentó su mito en la perfección posible.

Los expertos seguirán ponderando sus genialidades técnicas e interpretaciones y su estilo. Seguirán elogiando sus cualidades físicas, su inteligencia al versionar los grandes clásicos; su trasmutación en Giselle o en Carmen.

Pero también habrá que dimensionar el fenómeno del arraigo popular de Alicia Alonso, pues cumplió su sueño de hacer trascender el arte del ballet más allá de selectos escenarios e hizo familiar su nombre entre muchos cubanos.

Leyenda y símbolo

Desde el comienzo de su carrera artística, Alicia Alonso enfrentó la adversidad de limitaciones en su vista. Cualquier otra bailarina hubiera sufrido la ruptura de sus ilusiones, pero no ella.

Entre sombras siguió bailando, para asombro de todos. La fuerza irresistible del ballet pudo más que aquel contratiempo que sobrellevó durante casi toda su vida profesional.

Alicia jamás supo de límites. Y deslumbró por su técnica portentosa, su disciplina férrea, su energía vital. Mostró entonces el inmenso alcance de su visión. Ésa que le permitió fundar el Ballet Nacional de Cuba, nutrido por una escuela donde se forman alumnos de todo el país como parte del sistema de la enseñanza artística creado por la Revolución.

Esa compañía -ciento por ciento cubana- es tal vez el legado principal de Alicia, su mayor orgullo. Hoy, en su centenario, Cuba agradecida la abraza.