Tokio, Japón. Japón es una tierra de terremotos. Los sismólogos nipones aseguran que en ese país ocurre el 20 % de los sismos superiores a los seis grados en la escala abierta de Richter.

Es decir, la tierra en el País del Sol Naciente es un cachumbambé. Y es que el archipiélago nipón está en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, rodeado por cuatro placas tectónicas que colisionan entre sí a una velocidad de entre cuatro y diez centímetros anuales.

Esa es la razón por la que el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos Tokio 2020 diseñó una serie de acciones y medidas que aplicarían en caso de sismo.

Y no es una exageración, porque allí la tierra tiembla unas 5 mil veces al año, aunque la mayoría de esos remezones son imperceptibles para los japoneses y solo son registrados por los sismógrafos.

Vivir sacudido

Los japoneses están acostumbrados a convivir con los terremotos, pero lo más importante es que además están bien preparados ante esa contingencia.

En la población hay una cultura enraizada que les permite saber qué hacer en caso de sismos, pero en general toda la sociedad está preparada para esa eventualidad. Por eso, edificios, puentes y viales están diseñados para moverse sin colapsar durante las sacudidas telúricas.

Estructuras separadas, extensores de varios tamaños y bases movibles en las uniones de hormigón y hierro ofrecen seguridad a los edificios, incluso los grandes rascacielos de metal y cristal, que pueden resistir sismos de hasta nueve grados en la escala abierta de Richter.

No obstante, esperemos que esta Olimpiada no tenga que poner a prueba esa seguridad.

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