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La Habana, Cuba. – Ciertamente es de suponer que para muchos ecuatorianos será un anhelado recuerdo la época en que, bajo el gobierno de la Revolución Ciudadana, el país llegó a ser uno de los de más baja criminalidad en Sudamérica, con una economía camino de la estabilidad, un empeño serio y sostenido en la justicia social, y una recta defensa de la soberanía nacional.

Y es que poco o nada ha quedado de todo aquello bajo los consecutivos gobiernos del traidor Lenin Moreno y del banquero neoliberal Guillermo Lasso, ocupados de lleno en desmontar la herencia progresista, vender el alma al diablo, y derruir metódicamente la obra positiva de la “oposición izquierdista” ligada al ex presidente Rafael Correa, en el  exilio ante la persecución política y prendidamente legal de que ha sido objeto por las administraciones entreguistas ya citadas.

Vientos y tormentas

Lo cierto es que en Ecuador el neoliberalismo retornado lo trastocó todo.

La corrupción, el clientelismo, y la indecencia oficial, abrieron la puerta a las mafias y los narcotraficantes, y la inseguridad y la violencia irrumpieron por sus fueros.

Era entonces previsible que los crímenes políticos, los pases de cuenta entre criminales, los sobornos a todos los niveles, y la debilidad a que fue llevado el Estado de Derecho, terminasen en un panorama descontrolado que ha puesto en jaque al nuevo gobierno de Daniel Novoa y alienta el caos que vive el país desde hace semanas.

Y como muy riesgoso añadido, se une la decisión de las autoridades de Quito de recurrir, nada más y nada menos, que a los organismos policiales y militares norteamericanos para que les socorran y apoyen internamente.