La Habana, Cuba. – José Martí, que se adelantó en todo lo que hizo, previó la necesidad de aglutinar a los cubanos en un Partido, que no  tenía fines electorales, sino la intención de ser argamasa de la unidad nacional. Por eso, en las bases fundacionales del Partido Revolucionario Cubano se convoca a los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad.

La premonición política del Apóstol y su febril actividad permitieron aunar voluntades para una guerra, generosa y breve, que traería la independencia absoluta de Cuba.

Unir a pinos nuevos y viejos fue la consigna martiana que llevó a la Guerra Necesaria a combatientes experimentados y luchadores bisoños, empalmados todos bajo la advocación independentista. Si hubiera que escoger una de entre las muchas enseñanzas que dejó Martí, pudiera ser la unidad nacional en defensa de la soberanía.

Garantía de supervivencia

Aunque Mella y Baliño  fundaron el Partido Comunista en 1925, fue la Revolución en el poder la que aglutinó a un grupo de organizaciones para crear una nueva entidad política, portadora de la simiente unitaria sembrada por Martí.

De esa forma, una masa de obreros y campesinos, fogueada en la lucha revolucionaria, asumió los ideales humanistas no solo del marxismo, sino del ideario martiano, con la defensa de la soberanía nacional en el estandarte.

Como vanguardia organizada de la sociedad, hoy el Partido sigue teniendo la misma responsabilidad histórica del PRC de Martí. Y es que en un contexto diferente, pero con similares desafíos a la independencia, la unidad entre el Partido, sus bases y el pueblo es la trinchera delantera para la salvaguarda de un proyecto que trasciende lo político.

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