La Habana, Cuba. – La economía nacional está abocada a una profunda trasformación que tendrá ecos en toda la sociedad.

En los últimos días, la más alta dirigencia del país ha confirmado la marcha de ese proceso, quizás el más difícil de cuantos se han vivido en los últimos 60 años. Y es un camino escabroso porque implica demasiados factores y repercute no solo sobre el entramado productivo, sino también sobre la vida de la gente.

Sí, porque de una forma u otra todos estaremos implicados en esa metamorfosis que cambia la estructura empresarial, desaparece una moneda y devalúa otra y además modifica los ingresos y los precios mayoristas y minoristas.

Nadie, absolutamente nadie, quedará sin sentir los efectos de una transformación imprescindible que no admite más espera, aunque los momentos sean particularmente difíciles.

El momento justo

En el idioma chino, que no tiene alfabeto, sino unos 60 mil caracteres, la palabra crisis es igual a oportunidad. Es una milenaria coincidencia, nacida de nadie sabe dónde, pero que hace pensar en la necesidad de adoptar transformaciones inmediatas para solucionar los problemas.

Y precisamente eso es lo que se está tratando de hacer en Cuba, que en estas horas vive la doble asfixia económica de una enfermedad mortal y el no menos mortífero recrudecimiento del bloqueo.

En ese difícil contexto se pudiera pensar que no es el momento para emprender cambios tan profundos, una opinión incluso entendible.

Sin embargo, vistas las cosas desde otro ángulo, las modificaciones hay que hacerlas ahora, precisamente como se pretende, para que la economía nacional pueda operar en mejores condiciones.