Para un observador poco informado resulta quizás extraño que los cubanos sigamos levantando la voz contra el bloqueo.
Para un observador poco informado resulta quizás extraño que los cubanos sigamos levantando la voz contra el bloqueo.
Por eso, y no es que uno sea un escéptico profesional, sino que la vida, y sobre todo la crueldad de un bloqueo de medio siglo, nos han demostrado que con Estados Unidos, las intenciones no bastan y se necesitan hechos.
Fue el único estandarte que creyeron los haría visibles. La bandera que levantaron en señal de vida y, por qué no, de victoria. Porque cuando se pierde el techo, las ropas y los recuerdos -aquello que atesoramos hasta que el viento se empeña en volar muy fuerte-, quedar en pie es un triunfo.
Cuenta la historia de la humanidad con numerosos ejemplos de civilizaciones víctimas del cerco de poderosas supremacías. Hoy y en pleno siglo XXI existe una nación, Cuba, que por más de 50 años enfrenta el bloqueo de la hegemonía más poderosa de todos los tiempos.
El planeta vive hoy otro recalentamiento que no se deriva de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Se trata del serio peligro de confrontación de elevadísimo costo que empieza a proyectarse entre Rusia y Estados Unidos.
Aunque parezca mentira, el cerrado cerco tendido por Estados Unidos contra Cuba tiene, entre otros objetivos, impedir el acceso de los cubanos a la alimentación.
Luego de actuar como un elefante en la cristalería, el candidato presidencial republicano, Donald Trump, afronta una situación difícil. El motivo, un video que refleja brutales declaraciones suyas sobre mujeres de Estados Unidos.
La incertidumbre es hoy una amenazante sombra que ronda sobre el futuro de las negociaciones de paz de Colombia, luego del inesperado triunfo del NO en el plebiscito del domingo anterior.
El pueblo cubano no puede evitar que le invada el dolor cada octubre. En la memoria vive aquel acto terrorista en las costas de Barbados, que enlutó a las familias de 73 personas inocentes, en su mayoría jóvenes deportistas, sacrificados en la flor de su vida
“Nadie quedará desprotegido”, ha repetido el presidente cubano Raúl Castro una y mil veces. Y aunque la frase original está dada en referencia a la actualización del modelo cubano, sirve también para una contingencia como el azote del poderoso Matthew.
Washington restablece sus nexos diplomáticos con Cuba mientras sostiene su cerco y sus planes subversivos contra esta.
Uno de los creadores del proyecto de ley anti-inmigrantes cubanos, el congresista republicano Carlos Curbelo, declaró a la prensa: “Es un número altísimo de co-autores y no tengo dudas de que lo suscribirá una mayoría bipartidista”.
Aquí, donde hay un millón de graduados universitarios y la enseñanza es reconocida internacionalmente, resulta cuando menos sospechoso que se ofrezcan becas en Estados Unidos a jóvenes cubanos de entre 16 y 18 años.
Hoy no se enfrentan en el planeta dos bloques militares, pero este sigue dividido entre hegemonistas y víctimas de las apetencias absolutistas, y por tanto la lucha reivindicativa mundial no ha cesado ni mucho menos.
Son añoradas por muchos las estaciones en las que asistían a la pelota por placer; transformada actualmente en una caldera de tristes pasiones, polémicas y decepciones, en su sentido más puro y con la carga de pesimismo que ello supone.
Algunos llegan a preguntarse si un ataque como el lanzado por Trump contra Cuba hiere o beneficia. Varios ejemplos –entre decenas- ayudan a contestar la interrogante.
Ni siquiera John F. Kennedy calculó el alcance, duración y perfidia de la Proclama presidencial 3447 firmada en el tres de febrero de 1962 para instaurar el bloqueo.