En abril de 1877 arribó José Martí a la Ciudad de Guatemala hasta finales de julio o principios de agosto del año siguiente, cuando regresó a la patria, acompañado de su esposa en estado de gestación.

Durante aquella estancia, el joven cubano se convirtió en personalidad significativa de la vida intelectual guatemalteca.

Allí se desempeñó como profesor de Literaturas Modernas y de Historia de la Filosofía en la Escuela Normal formadora de maestros, dio clases de esas materias sin remuneración en la Universidad e impartió composición en una escuela de señoritas.

Ocupó la tribuna con el beneplácito de la clase ilustrada guatemalteca que dominaba las ideas, la enseñanza y la política.

Hasta el expresidente Miguel García Granados le abrió su hogar, sus fiestas, su pasión por el ajedrez, y María, una de sus hijas, hermosa y atrevida, le confesó su amor.

El pensador latinoamericanista

En Guatemala se manifestó claramente la hondura de la comprensión martiana sobre la identidad de la que ya comenzaba a llamar Nuestra América: fijó su criterio de que estos pueblos eran el resultado del choque de las civilizaciones autóctonas y la conquistadora, dando lugar a la formación de pueblos nuevos mestizos.

Por sus conferencias, que atraían al público ilustrado de la capital, le llamaron el doctor Torrente. Patriotas cubanos allí establecidos le dieron apoyo como José María Izaguirre, director de la Normal, y sus hermanas, dueñas del colegio para muchachas.

El poeta bayamés José Joaquín Palma, quien fuera secretario de Carlos Manuel de Céspedes en la manigua, le brindó información sobre los comienzos de la guerra para una historia de la contienda que Martí quería escribir.

El 15 de septiembre, día de la independencia guatemalteca, se estrenó su drama indio Patria y Libertad.

Estos son mis aires y mis pueblos

En una carta a su amigo Manuel Mercado, José Martí le expresa su identificación con los guatemaltecos. Tan bien se sentía ante la cálida acogida que marchó a México para casarse con la cubana Carmen Zayas-Bazán y la condujo al país del quetzal.

En México publicó su libro Guatemala, un canto de amor agradecido y esperanza por esa nación, su población, geografía y cultura. Preparó una publicación propia, la Revista Guatemalteca, con la que aspiraba a aumentar la inserción del país que se renovaba en el mundo moderno. Demostraba así Martí su integración a la vida guatemalteca.

Sin embargo, su brillantez provocó celos en la Universidad y entre personalidades del gobierno. El cubano Izaguirre fue cesado de la Escuela Normal y Martí renunció a su plaza profesoral. Se cerraban sus caminos en Guatemala y decidió volver a Cuba, donde había terminado la guerra sin la independencia.

Es cubano todo guatemalteco

En 1892, cuando ya reunía a los cubanos para pelear de nuevo por la libertad de la patria, Martí reconoció cómo Guatemala dio acogida a sus compatriotas, y les entregó cariño y pan.

Tras su salida de ese país, Martí siguió su economía monoproductora, las relaciones con las demás naciones centroamericanas, la política interna, su admiración por la cultura de los pueblos mayas. En la memoria guatemalteca quedó su poema al que todos llaman La niña de Guatemala.

Guardó en su mente y su corazón el amor y respeto por el país y el pueblo que le acogieron. Por eso afirmó: Es cubano todo guatemalteco. Siempre se mantuvo fiel a lo que escribió en Guatemala: Vivir humilde, trabajar mucho, engrandecer a América, estudiar sus fuerzas y revelárselas, pagar a sus pueblos el bien que me hacen; ese es mi oficio. Nada me abatirá, nadie me lo impedirá.

Redactó: Pedro Pablo Rodríguez.