Por: Pedro Pablo Rodríguez

La Habana, Cuba. – La elección unánime de José Martí como Delegado del Partido Revolucionario Cubano por los clubes de emigrados cubanos marcó la culminación del largo proceso formador de su liderazgo en el campo patriótico insular.

Al proclamarse el Partido, el 10 de abril de 1892, hace 130 años, se reconocía la primacía de la Asamblea y la Constitución de Guáimaro en igual día de 1869 como entidades históricas que impulsaron la unidad por la libertad de Cuba.

Mas la nueva unidad que propiciaba la creación del Partido se efectuaba no en medio de la guerra, sino precisamente para organizarla.

De ese modo se hacía realidad el anhelo martiano de evitar el espontaneísmo y de actuar de conjunto para alcanzar el fin del colonialismo español y abrir paso a una república diferente.

La formación del liderazgo martiano

La elección de Martí como el Delegado del Partido Revolucionario Cubano fue el reconocimiento a su larga ejecutoria patriótica.

Inició con su apoyo al alzamiento cespedista y los trabajos forzados en las canteras habaneras durante su adolescencia, luego con su entrada en la conspiración para una nueva guerra a su regreso a la Isla, y marcada desde entonces con su sostenida postura de volver a la lucha armada porque la metrópoli no dejaba otra salida.

Dos puntos esenciales marcaron su conducta revolucionaria: había de lograrse la acción unida de los patriotas dentro y fuera del país, y se trabajaría con un programa republicano de paz, trabajo, justicia social y defensa de la soberanía latinoamericana frente al naciente imperialismo expansionista de Estados Unidos.

La labor del Delegado

Fueron muchas las razones que explican la elección inicial y la reelección de Martí al frente del Partido Revolucionario  Cubano hasta su muerte en combate.

No puede olvidarse el peso del indudable atractivo de su personalidad, expresado constantemente en su formidable empleo de la palabra oral y escrita.

La exposición convincente y emotiva de sus ideas, la novedad del conjunto de su proyecto para interesar a los sectores populares, la sencillez de su trato que no rehuía la individualización y personalización de sus actos, y la dedicación plena a su responsabilidad, fueron factores que le permitieron ganarse la confianza de las amplias mayorías.

A pesar de su débil salud, Martí viajó constantemente por donde hubiera núcleos de cubanos, dirigió y escribió el periódico Patria, se mantuvo actualizado de lo que sucedía en Cuba y fue un conspirador de notable habilidad para eludir al espionaje enemigo.

El Delegado en la guerra

Muchos no comprendieron la marcha de Martí a Cuba para incorporarse a la guerra, ni su salida al campo de batalla aquel fatídico 19 de mayo de 1895. Tuvo que convencer a Máximo Gómez para que le permitiera acompañarle en la difícil travesía marítima hacia la Isla.

Hoy todavía hay quienes encuentran errada su cabalgata hacia la muerte. Se olvida el alto sentido de responsabilidad de quien ocupaba el cargo de Delegado del Partido Revolucionario Cubano y su comprensión de que el liderazgo solo se mantiene si se practica el ejemplo.

Martí sabía que comenzada la contienda las decisiones pasaban a ejercerse en los campos de Cuba. ¿Cómo podía admitir quedar en el campamento mientras la tropa arriesgaba la vida?

El líder, como siempre, consecuente con la responsabilidad recibida fue el Delegado hasta el final.