Por: Teresita Jorge

En Ismaelillo, obra de excelsa calidad lírica y humana, José Martí encuentra cierto consuelo ante la separación de su esposa y su pequeño hijo.

El poeta Ángel Augier, en su introducción a la edición facsimilar que los emigrados cubanos de Nueva York conocieron en 1882, afirma que el libro fue la luz anunciadora de la nueva poesía en la América Latina.

En 1877 el joven abogado había contraído nupcias con Carmen Zayas Bazán y un año después nace su hijo Pepe.

En carta a un amigo, ya adolorido por las sucesivas desavenencias conyugales, da fe de su ternura paterna, cuando asegura: No hay placer más dulce ni dolor más grande que el que causa estar cerca o estar lejos de esas criaturas, en las que por transfusión maravillosa, está el calor de todos los amores.

Ismaelillo, el hijo ideal

La esposa no se resigna a que el hombre al cual ha unido su vida se apasione más por lograr la independencia de Cuba que por asegurar el bienestar familiar. De esa manera se forma una grieta en el matrimonio de Martí con Carmen Zayas Bazán.

De ahí que en las notas introductorias a Ismaelillo, afirmara el escritor Ángel Augier: Cuando le faltó a Martí la presencia de Pepito le nació y creció el hijo ideal, Ismaelillo, de la propia nostalgia unida a su desilusión.

En el camino a Caracas comenzó a germinar el poemario, inspirado en el hijo ausente. Por entonces Martí ya había incursionado con éxito en la literatura.

En 1878 la Revista Universal, de México, escribió: El señor Martí es un sentido poeta que tan luego como sea conocido, ha de captarse la simpatía de nuestros círculos literarios.

Un juguete para el hijo

José Martí llegó a Caracas en enero de 1881, un año antes de que en Nueva York apareciera Ismaelillo, poemario escrito por el Héroe Nacional Cubano.

En un discurso que pronunció en el Club del Comercio de la capital venezolana, Martí exclamó: Y me dije: «No vayas adelante cansado peregrino…reposa en estos valles; con agua de estos ríos restaña tus heridas…echa a andar por estos cerros a tu pequeñuelo…»

Al regresar a Nueva York comparte con el poeta venezolano José Pérez Bonalde, a cuyo Poema del Niágara, escribiría el prólogo.

Las escasas horas de esparcimiento del autor de Versos Sencillos las comparte con amigos venezolanos, quienes le animan a imprimir el libro que, consagrado al hijo, escribió en Caracas. Es un juguete como para mi hijo, opinó Martí sobre Ismaelillo.