El valor más apreciado en la ética de José Martí es –dicho en sus propias palabras- “el respeto a la dignidad plena del hombre”, que debe ser la ley primera de toda república.
Él mismo proclama: “Dígase hombre y se habrán dicho todos los derechos”. Su sentido de la palabra hombre es el de la especie, la humanidad toda, el lugar sin fronteras o espacio geográfico de donde viene la vida y para el cual se ha de vivir.
De ahí que “Patria es Humanidad”; o sea: cualquier lugar que sea asiento de la especie humana, es la Patria…
No hay razas, porque “hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro” y la raza es un estigma creado por quienes se valen de la ignorancia y la debilidad económica para sojuzgar a los menos favorecidos.
Lo importante es el hombre
A la edad de 31 años, Martí publica en el diario La América, de Nueva York, su artículo «Maestros ambulantes», donde reitera su preocupación por el destino humano.
Allí escribe: “Los hombres son todavía máquinas de comer y relicarios de preocupaciones”. No se trata de un festinado reproche.
Él ha expresado su “fe en el mejoramiento humano”, y advierte que “quien intente mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas pasiones, sino contarlas como factor importantísimo, y ver de no obrar contra ellas, sino con ellas”.
Para Martí, “un hombre es un deber vivo” y “un pueblo no es un conjunto de ruedas ni una carrera de caballos locos, sino un paso más dado hacia arriba, por un concierto de verdaderos hombres”.