Por: Joel García

En el orden competitivo, la cita olímpica de Melbourne, en 1956, reafirmó que los duelos entre soviéticos y estadounidenses ganaban cada vez más espacio.

Sin embargo, fueron los bólidos australianos Betty Cuthbert y Shirley Strickland los más espectaculares del atletismo con sus éxitos en todos los tramos cortos, incluida las vallas.

Un novel norteamericano, Alfred Oerter, también deleitó en el campo y pista con el oro en lanzamiento del disco, el primero de los cuatro que conseguiría en estas justas.

En boxeo, el mítico Laszlo Papp obtuvo su tercer título, hazaña que solo pudo ser repetida por dos cubanos años más tarde.

Fueron estos los primeros Juegos Olímpicos que se trasladaron a Oceanía, y con una fecha sui generis: noviembre-diciembre. Cuba también asistió con una pequeña comitiva.

Largo paseo cubano hasta Melborune

Resultó significativo el hecho de que, a pesar de la notable distancia entre La Habana y Australia, el Comité Olímpico Cubano lograra formar una delegación compuesta por 16 deportistas para participar en los Juegos Olímpicos de 1956 en Melbourne.

Un total de 15 hombres y una mujer, la velocista Bertha Díaz, formaron la comitiva, que intervino  en atletismo, gimnástica, natación, remo y yatismo.

Una vez más los cubanos regresaron a casa con las manos vacías y ninguno de los participantes en las pruebas individuales llegaron siquiera a semifinales. No podía esperarse más, porque en el plano nacional la falta de atención a las disciplinas deportivas era total.

Cuba tendría que esperar 4 años más para empinarse en una fiesta olímpica. ¡El gran salto comenzaría en Roma!