Por: Joel García

Cuando en 1931 se le concedió a Berlín la sede de los XI Juegos Olímpicos, casi nadie imaginó que dos años después el Partido Nacional-socialista asumiría el poder.

La lid de 1936 se convertiría de esa manera en un modo de amplificar más al mundo la imagen de Hitler y compañía.

Sin embargo, la firme postura del Comité Olímpico Internacional y de su Presidente en funciones, el conde Henry Baillet Latur, arruinó muchas de las ideas del fascista, como la de recibir a los alemanes triunfadores en el palco presidencial.

Aunque las delegaciones estuvieron asediadas constantemente por la publicidad y la disciplina nazi, los resultados finales crecieron en nivel. La cifra récord de deportistas mostró la mayoría de edad de estos certámenes, pero muchas otras historias quedaron por contar.

Owens mandó a dormir a los berlineses                              

Si alguien silenció la euforia de los fanáticos berlineses en los Juegos Olímpicos de 1936 ese fue Jesse Owens.

El corredor estadounidense, negro por demás, castigó como nadie a Hitler con sus 4 coronas en atletismo, repartidas en 100 y 200 metros, salto de longitud y relevo corto. Ownes inscribió su nombre en el libro de oro del atletismo olímpico.

Las comitivas de América encontraron de nuevo su aporte más significativo en Argentina y México. Por cierto, la ondina gaucha Jeanette Campbell, plata en los 100 libre, se convirtió en la primera mujer de habla hispana en el podio de medallistas olímpicos.

Cuando el 16 de agosto cerró la oncena versión de los Juegos Olímpicos se iniciaría un receso forzado de 8 años. La Segunda Guerra Mundial así lo impuso.