Granma, Cuba.– Desde su adolescencia, la jiguanicera Herminia Speack Gómez supo que su futuro estaría vinculado al mundo del tabaco. Al preguntarle por aquel temprano anhelo, la esbelta mulata ríe y contesta: me venía en la sangre.
Yo aprendí a torcer, mirando por una ventana a mis tías y abuelas, que eran diestras en esas manualidades. La tradición tabacalera de su familia se remonta a generaciones de principios del siglo XX cuando por tierras orientales cubanas existían solo pequeñas áreas de cultivo, procesamiento y fabricación de tabaco.
Speack Gómez se inició como torcedora, que sin dudas es un arte difícil y decisivo. Asevera que se necesitan hasta seis tipos de hojas de tabaco para confeccionar un puro cubano que atraiga al fumador, por su sabrosura y olor.
Pasaron los años, pero un nuevo oficio resultó la verdadera vocación de la noble y carismática mujer: catar tabaco.
La singular dama catadona de tabacos
Para complementar la operación de torcido manual, muchas féminas se dedican a la peculiar y estratégica encomienda de fumar tabacos.
La cata técnica o degustación sensorial, además de otorgar la respectiva autorización de calidad, constituye una acción cultural relevante, como destaca la jiguanicera Herminia Speack Gómez.
Yo trato de recrear hábilmente mis pericias y técnicas, para que la gente se identifique con esta labor, y siga siendo el cuarto sector que más ingresa dinero a la economía nacional, asegura.
Los catadores de tabaco analizan las características del aroma, sabor, combustibilidad, tiro y fortaleza, además de su apariencia externa y textura.
El tabaco torcido a mano en tierras granmenses permite entregar las marcas de relevancia internacional Romeo y Julieta, Montecristi, Cohíba, José L. Piedra, Partagás y Hoyo de Monterrey.