La Habana, Cuba.- Cuando la fama le era conocida como una amiga, falleció en La Habana el dieciocho de enero de mil novecientos cincuenta y cinco, uno de los más brillantes creadores cubanos: Antonio María Romeu.

Terminaba así una larga vida de setenta y ocho años y una fecunda y reconocida labor como compositor, pianista, director de orquesta, iniciador de las charangas francesas y promotor tenaz de la música cubana.

Desde que diera a conocer su primer danzón, Míster Pitcher no come bolas, diez días, diez dólares, hasta el final, transitó por una febril entrega que algunos especialistas ubican entre los mil quinientos y dos mil danzones.

Antonio María Romeu, heredero de la vocación musical del padre, nació en mil ochocientos setenta y seis, en Jibacoa, y a los once años debutó como pianista en el Casino Español de Aguacate con el danzón Cariño, no hay mejor café que el de Puerto Rico.

EL MAGO DE LAS TECLAS

El aporte de Romeu algunos especialistas lo ubican entre los mil quinientos y dos mil danzones.

Al compositor, pianista y director de orquesta, Antonio María Romeu, se le apodó merecidamente El Mago de las Teclas, por su virtuosismo al ejecutar cualquier pieza. Fue el creador de la charanga francesa, al incluir el piano en la agrupación danzonera de Leopoldo Cervantes y a su propio conjunto llevó el piano y los violines para dar vida a la orquesta típica cubana.
Otro mérito del músico es haber sido el primer ejecutante de un solo de piano, iniciando la costumbre de los solos improvisados como algo propio del danzón; con él cantó Barbarito Diez, La Voz del danzón, y juntos grabaron piezas convertidas en símbolos, como Tres Lindas Cubanas.

De las obras de Antonio María Romeu son muy reconocidas El barbero de Sevilla, Linda cubana, El manisero y Perla Marina; varias de esas composiciones están inspiradas en clásicos homónimos de otros autores.