La Habana, Cuba.  Los tonos de verde son deslumbrantes en Birán, finca hermosa donde hace casi 95 años, a las dos de la madrugada del 13 de agosto de 1926, Fidel tomaría su primer aliento sin saber que marcaría la historia nacional.

El hijo de Don Ángel y de Lina, encontró allí el escenario ideal para su desarrollo no sólo físico, sino también político.

A mí me gustaba estar en cualquier lugar menos en la casa, diría Fidel en una larga entrevista en la que confesó haber sido un rebelde desde los seis o siete años.

Nacido en una familia que logró la prosperidad a pulso, dejó a un lado las comodidades del latifundio para escapar a comer maíz tostado en barracones de braceros haitianos.

En Birán, casi aislado del mundo, aquel niño inteligente y curioso, comprendió rápido las diferencias entre los desposeídos y quienes tenían de sobra. Ese conocimiento sellaría la vida de Fidel.

La Herencia de Martí

El deslumbramiento de Fidel cuando vio por primera vez el mar desde la bahía de Santiago de Cuba, no nubló su visión de la vida política nacional.

Tampoco lo hizo la llegada a La Habana con 16 años para estudiar en un colegio exclusivo y después entrar a la Universidad.

El adolescente, y después el hombre maduro, identificaron con celeridad los males de una Cuba neocolonial que traicionó el ideario martiano.

La academia, las lecturas, pero sobre todo una realidad innegable, moldearon el pensamiento de una persona que irrumpió con fuerza en el escenario político nacional.

Por eso, Fidel se proclamó heredero del legado de Martí y de los patriotas del 68, uniendo un único proceso histórico, pero sin ser consciente de que en Birán, hace casi 95 años, nacía para la Revolución Cubana lo nuevo.