Tokio, Japón. Terminan los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Una celebración de la fiesta del músculo que se realizó en condiciones muy diferentes a todas las anteriores.

Pero a pesar de los graves problemas que enfrenta el planeta, en esa megápolis, ultramoderna y futurista, ha florecido el espíritu olímpico para traer un soplo de esperanza a la Humanidad.

Mas allá de los rascacielos de vidrio y acero, del tren bala y los robots, lo mejor del ser humano ha competido sanamente, aunque desde una estricta burbuja sanitaria.

Ni el nuevo coronavirus, ni las guerras, ni las diferencias sociales, políticas o religiosas han impedido la fraternidad entre los deportistas que en busca de la gloria olímpica han luchado por una medalla, pero también han honrado a quienes no la alcanzaron, pero hicieron su mejor esfuerzo.

Admirable desempeño

esta altura, pase lo que pase este domingo, Cuba ha tenido un desempeño muy por encima de sus propias expectativas, hasta el punto que se superó lo alcanzado en la Olimpiada de Río de Janeiro-2020.

Ha sido admirable la actuación de una generación de deportistas muy experimentados, pero en general en las cercanías del fin de sus carreras atléticas.

Tendrá que venir ahora una nueva hornada, que ya comienza a asomar, para tomar el relevo de quienes nos encumbraron y pusieron en el firmamento deportivo mundial a esta pequeña isla, asediada y vilipendiada.

Tokio-2020 quedará como otra muestra de la resistencia de Cuba, que tampoco se rindió en esta megápolis y en medio de un temporal volvió a dar un ejemplo de exitosa perseverancia.

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