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La Habana, Cuba. – Una tuberculosis mezclada con diabetes tronchó la carrera del notable urólogo Joaquín María Albarrán Domínguez, el 17 de enero de 1912, en Francia.

A los 51 años dejaba una vasta obra didáctica, casi 300 artículos y monografías y la autoría de procedimientos operatorios; cirujano e investigador, se le deben innovaciones revolucionarias en la práctica urológica, el diseño de instrumentos y el perfeccionamiento de otros.

En París, lo honraron el Instituto de Francia y las academias de Ciencias y la de Medicina; entre sus estudios se encuentran El riñón de los urinarios, Los tumores de la vejiga y Medicina operatoria de las vías urinarias, su obra mayor.

Nacido en Sagua La Grande el 9 de mayo de 1860, a Joaquín Albarrán se le denominó Padre de la Urología actual, por sus aportes a la especialidad.

Auto operación

En el artículo Doctor Joaquín Albarrán, un cubano digno, el galeno Luis Armando Wong y la enfermera Yamitsi Álvarez dan cuenta de un increíble episodio que protagonizó el médico cubano en Francia.

Cuentan que un domingo de marzo de 1885, en el parisino Hospital de Niños, al frente del Servicio de Difteria y sin casi recursos médicos y técnicas, Albarrán se contagió al salvar a un niño diftérico que se ahogaba.

Para evitar la asfixia, aspiró directamente del fondo de la garganta a través de un tubo; al sentirse enfermo, sin personal facultativo por ser domingo, solicitó ayuda a dos monjas y un enfermero.

Con mínimo instrumental esterilizado y el espejo que sostenía el enfermero, Joaquín Albarrán abrió la tráquea, introdujo la cánula, luego cerró la herida y terminó su auto operación, considerada la trasqueostomía más difícil en la época.