La Habana, Cuba. – Doce meses cumple hoy el conflicto ruso-ucraniano, una guerra empujada por Estados Unidos, como han reconocido incluso algunos líderes políticos europeos y los más serios analistas militares.

La conflagración, con su carga de muerte y destrucción, ha sido la consecuencia de la pretendida expansión de la OTAN hacia el este y el deseo de Estados Unidos de crear un baluarte en la frontera rusa mediante la integración de Ucrania al bloque atlántico.

Por eso el conflicto va mucho más allá que el simple enfrentamiento bélico entre dos países, sino que apunta a la reconfiguración del actual orden global.

Washington y sus aliados europeos buscan debilitar a Moscú y quién sabe si hasta fragmentar a una nación que se ha convertido en un adversario que, junto a China, desafía más o menos abiertamente al poder estadounidense.

Política y economía

La inesperada aparición de la COVID-19 golpeó las cadenas mundiales de suministro, lo que generó escasez y disparó los precios, pero la guerra entre Rusia y Ucrania ha perturbado aún más los mercados.

Y es que en términos de impacto internacional, ese conflicto ha tomado el mismo camino que la pandemia. En este primer año, los enfrentamientos bélicos saltaron las fronteras de esas dos naciones al disparar las tensiones políticas globales.

Pero en lo económico, impulsó crisis como la energética, con las medidas europeas para tratar de zafarse de la dependencia del combustible ruso, o la alimentaria, generada porque Ucrania estaba entre los principales productores mundiales de granos.

Son razones que indican que, tanto en lo político como en lo económico, este año de guerra inició el cambio del mapa global.