La Habana, Cuba. – Casi desde el primer minuto en que se rompieron las hostilidades en Ucrania, la economía mundial sintió el impacto de la guerra.

De manera abrupta, subió el precio del petróleo, del gas natural y de las materias primas como granos y metales, Dos rubros esos últimos de los que tanto Rusia como Ucrania son grandes exportadores.

También las cadenas de suministro se resintieron y todo parece indicar que las cosas irán a peor con el paulatino crecimiento de los fletes, ya elevados como resultado de la pandemia y de la consecuente crisis internacional.

Varios expertos consideran que, en general, el impacto económico del conflicto, que incluye las sanciones occidentales a Rusia, se sentirá en todo el planeta con una mayor inflación generada por el aumento de los precios de alimentos, energía y metales. Un pronóstico muy sombrío para todos.

Consecuencias internas

Cuba, con una economía abierta y muy dependiente de las importaciones, no puede escapar al efecto económico del conflicto ruso-ucraniano. Y lo peor es que partimos desde una situación negativa previa, originada por la crisis internacional, la pandemia y el recrudecimiento del bloqueo.

Ahora apareció otra serie de factores exógenos que no podemos controlar y con los cuales habrá que lidiar por un buen tiempo. La reciente suspensión de los vuelos de Aeroflot a La Habana ilustra el impacto que se cierne sobre la industria turística, ya maltrecha por la situación anterior.

Como siempre pasa, los países del Sur empobrecido y subdesarrollados sufrirán las secuelas del conflicto, aunque estén lejos y ni intervengan, porque más allá de las víctimas, la guerra también se cobra una cuota de severos daños en la economía global.

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