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La Administración Trump dejó las balas de salva y empezó a tirar con munición real contra China. En otra escaramuza que deja entrever una larga guerra comercial, Estados Unidos anunció aranceles del diez por ciento a casi seis mil productos chinos valorados en 200 mil millones de dólares.

Esas tarifas, que entrarán en vigor a partir del lunes, pueden elevarse al 25 por ciento en enero. Es la segunda fase del encontronazo con Beijing, al que Washington impuso primero sanciones por 50 mil millones, respondidas por los chinos con igual monto.

Dos países que empujan la economía mundial y que dependen del comercio internacional para sostener el liderazgo. Pero más allá de lo económico, lo que ocurre es la evidencia concreta del desafío chino a la pretendida y decadente hegemonía de Estados Unidos.

Contradicción fundamental

La actual disputa entre China y Estados Unidos refleja la principal contradicción de nuestra época por la hegemonía mundial. No es solo lo comercial lo que está en juego, pues hay fricciones también en el Consejo de Seguridad y en el enfoque hacia el rol de las potencias en las diferentes regiones, entre otros asuntos de magnitud planetaria.

China, que sin armar mucho ruido despliega a nivel global el mega proyecto de la Franja y la Ruta, es un país con condiciones económicas suficientes para redimensionar sus relaciones internacionales.

La hegemonía de Estados Unidos está en declive, pero no se pueden despreciar sus fuerzas pues aún tiene un apreciable peso específico en la política mundial.

Un posible choque entre Beijing y Washington va a ser duro, va a dejar víctimas y de seguro cambiará los colores del mapa.