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Con sus irregularidades, el alto el fuego pactado entre Israel y Hamas funciona en Gaza, aunque otros ocho civiles resultaran asesinados allí desde la entrada en vigor de la tregua.

Pero una realidad distinta se vive en Cisjordania, el otro territorio palestino ocupado, hacia donde se ha trasladado la saña israelí con la denominada Operación Muro de Hierro, que un alto funcionario de Tel Aviv ha descrito, muy honestamente, como nueva fase de la guerra.

Ello nos recuerda que el cese temporal de las acciones en Gaza constituyen solo eso: un respiro a sus masacrados y asediados habitantes; un efímero alto a la destrucción, porque el gabinete de Benjamin Netanyahu no cejará en el propósito de apropiarse de todos los territorios que constituyen el que debiera ser proclamado y reconocido como Estado palestino.

Otra vez, tierra arrasada.

Unos 13 civiles muertos desde el martes —inicio del operativo de Israel en Cisjordania—, se suman a las más de 185 víctimas fatales dejadas por la agresión de Tel Aviv allí desde octubre de 2023 y, según confiesa sin sonrojo el Jefe del ejército sionista, las acciones continuarán lo que sea necesario.

La estrategia de Israel es proseguir el exterminio, que en Cisjordania se ha ensañado en el campamento de refugiados de Jenin; pero esa ciudad toda sufre el paso destructor de tanques, blindados y buldócers mientras, desde el cielo, sobrevuelan los drones.

Como en Gaza, los hospitales están siendo tomados por los uniformados. Por si fuera poco, colonos judíos plantados en los territorios palestinos por Israel para, paulatinamente, ocupar ese suelo, se suman a los ataques. La tragedia palestina, sigue.

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