La política exterior de fiera acosada que lleva adelante Washington sigue creando tensiones alrededor del planeta. Y en el caso de China, que ya es reconocida como la primera fuerza económica global, la Casa Blanca no ha hecho una excepción.

Hay que recordar, por ejemplo, que a inicios de su administración, Donald Trump empezó peligrosos coqueteos con las autoridades de Taiwan, que China considera parte indivisible de su territorio, lo que llevó a claros desentendidos con Beijing.

Por demás,  los espacios mediáticos en manos de los hegemonistas no cesan de azuzar los temores masivos sobre el poderío y los avances técnicos de las fuerzas armadas chinas, como forma de justificar nuevos gastos bélicos norteamericanos ya elevados al Congreso como parte de los presupuestos oficiales.

Respuestas claras

Hace apenas unos días Washington volvió a asumir el caso de Taiwán a través de nuevos intentos de acercamiento oficial de las autoridades locales, a lo cual China ripostó con una clara advertencia de que todo signo contrario a su política de un solo país con relación a esa Isla será respondida debidamente en todos los terrenos.

Mientras tanto, el gigante asiático hace hincapié en modernizar al máximo su poder militar y hacer de las fuerzas armadas locales una de las más avanzadas del planeta.

Pero no se trata de afanes de conquista y expansión violenta y hostil, sino de pura lógica de defensa contra un poder agresivo que hoy tiene los mayores gastos militares mundiales, bases bélicas en casi todo el orbe, y no menos de 200 mil soldados y oficiales dispersos por el mundo.