La Habana, Cuba. – Rusia ha denunciado desde el inicio de los enfrentamientos armados con Ucrania, que las presiones de Estados Unidos y Occidente son las que alejan una solución negociada.

Pero esa verdad, materializada sobre todo con el abundante respaldo financiero y militar de ambos a Kiev, por primera vez ha sido reconocida por Washington. Lo acaba de hacer la subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, al manifestar que para comenzar un diálogo con Rusia, Ucrania necesita estar en una posición más fuerte.

Tal declaración desmiente la aseveración, también de Nuland, de que continuaría «presionando» al presidente ruso, Vladimir Putin, para «obligarlo» a sentarse en la mesa de negociaciones, algo a lo que Moscú no se ha negado.

Pero también trasluce el sentimiento de Estados Unidos de que hay superioridad de Moscú en la guerra. Y, además, deja al desnudo su injerencia.

Un boomerang                                                                                                                                                                           

Con esos antecedentes puede entenderse por qué tanto el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, como la Unión Europea, acaban de aprobar nuevas medidas contra Rusia que en el caso europeo constituyeron el paquete número trece desde que comenzó la guerra, e incluyeron un carácter extraterritorial no visto hasta hoy, con «castigo» a los terceros que «osen» comerciar con Moscú.

Para quienes sepan que el propósito del respaldo de Wahington y Bruselas a Ucrania es desgastar a Rusia, y NO presionar por conversaciones, como afirma Nuland, tal actitud no sorprende.

Lo sorpresivo es que, no obstante, la economía rusa creció en 2023 un 3,6 por ciento, superior al PIB de los castigadores: Europa registró solo 0,5, y Estados Unidos, 2,5 por ciento. Moscú resiste, y las sanciones se viran contra los que castigan.