La Habana, Cuba. – A estas alturas del problema, es evidente que nada o muy poco va quedando de la falseada imagen de renovador con la cual la derecha calzó la candidatura de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil.

Se orquestó esa maniobra en paralelo con una devastadora campaña mediática y judicial contra el gobierno y la militancia del Partido de los Trabajadores y de su máxima figura Luís Ignacio Lula Da Silva.

Sin embargo, ha sido el propio Bolsonaro el encargado de derruir el pedestal que le fabricaron. El gigante sudamericano se desploma frente a la pandemia de la Covid-19, mientras su jefe de Estado se cruza de brazos, intenta reinventar de la nada un cuadro epidémico menos trágico, y arremete incluso contra las medidas básicas de protección sanitaria.

Al mismo tiempo renueva su inclinación por el Washington de Donald Trump.

Malas anécdotas 

En un reciente documental producido este año con el título El Forum, se ve y escucha a jair Bolsonaro proponerle al ex vicepresidente norteamericano Al Gore, hoy militante ecologista y cuya inclinación evidentemente Bolsonaro no conocía, que su gobierno tiene un marcado interés de explotar la Amazonía junto a los Estados Unidos.

A mí me gusta mucho su país, le reafirma a Gore, e insiste en que Brasil eligió a un presidente que se identifica con Estados Unidos.

El diálogo se produjo en la más reciente reunión del Foro de Davos, que suma a las naciones más ricas del orbe. En este contexto se confirma la mentalidad entreguista y mercantilista de Jair Bolsonaro en relación con el sensible tema de la selva Amazónica, la mayor del planeta y por tanto la más influyente en el clima global.