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La Habana, Cuba. – Más de 40 mil víctimas entre detenidos, torturados, ejecutados y desaparecidos, constituyen el saldo humano de la dictadura militar de Augusto Pinochet, impuesta hace hoy 50 años en Chile, con un sangriento golpe de Estado que promovió y respaldó Estados Unidos.

Pero otra consecuencia peligrosa podría agregarse si se instala la desmemoria, como intentan sectores que buscan presentar aquellos crímenes como un supuesto mal necesario, y al presidente inmolado como responsable de la asonada.

El propósito era anular el proceso de cambios iniciado por Salvador Allende desde que llegó al poder. Esa y no otras fueron las razones de un baño de sangre instrumentado mediante el terrorismo de Estado, y una represión feroz que duró 17 largos años en que Pinochet detentó el poder.

Nunca más

Los 50 años del golpe en Chile abren un momento oportuno para hacer valer la memoria; la verdad es la única garantía de no repetición cuando la justicia ha sido frenada por el terror, y por las leyes de impunidad que protegieron a los victimarios.

Sabedoras de eso, numerosas voces, en muchas partes del mundo, vuelven a condenar la violencia practicada por el pinochetismo y por la injerencia estadounidense, como lo han demostrado miles de documentos, recientemente desclasificados, de la CIA y el Pentágono.

Frenar la gestión hacia el socialismo del primer proyecto de la región electo en las urnas que siguió esa senda era un asunto de interés geoestratégico para Washington. Condenar el crimen contra Allende, su gobierno de Unidad Popular y el pueblo chileno constituye hoy un deber para todos los defensores de la democracia y las causas justas.