La Habana, Cuba. – Casi 2 millones de cubanos estarán sentados desde este lunes en las aulas a lo largo y estrecho de la geografía nacional.

Una buena parte de ellos inician un largo camino que puede extenderse por al menos 17 años para convertirse en profesionales. A lo largo de esa exigente autopista, el Estado le proveerá, como hace con quienes ya estudian, de profesores, materiales de aprendizaje y en algunos casos de ropa y calzado.

Es un esfuerzo colosal que se hace además en tiempo de estrecheces para el bolsillo nacional. El país destina a la educación cerca del 13 por ciento del Producto Interno Bruto, lo que nos sitúa como la nación que más invierte en ese sector, de acuerdo nada menos que con el Banco Mundial.

Claro que no todo es color de rosa, pues aún hay carencias materiales y de cobertura docente, pero lo que nadie puede negar es la prioridad que Cuba otorga a la enseñanza.

Invertir en las aulas

Cuando un niño ingresa al sistema nacional de enseñanza en Cuba, el país inicia una inversión que tardará casi un par de décadas en recuperar.

Es lo que el economista Juan Triana llama la Economía del conocimiento, un término que engloba la creación y uso del aprendizaje como factor productivo.

Para Cuba, que carece de recursos naturales importantes, aprovechar ese capital humano es un imperativo de supervivencia nacional, más que una necesidad. Esa es precisamente la importancia del inicio de cada curso escolar, en especial en estos tiempos en que la economía vive horas bajas.

Aunque parezca un lugar común por lo habitual, cada año, el futuro entra a los centros educacionales del país y eso nos obliga, inexorablemente, a fijar la mirada en el porvenir, ahora que de nuevo las aulas están llenas.