La Habana, Cuba. – Y ocurrió el milagro: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, conocida como COP 28, aprobó una reducción del uso de los combustibles fósiles.

Esa fue una referencia sin precedentes a la necesidad de ir hacia una transición hacia fuentes no contaminantes. Fueron complicadas las negociaciones, pero en Dubái se logró consenso sobre la necesidad de triplicar las energías renovables y duplicar la eficiencia energética.

La reunión rompió el estancamiento de la acción climática al lograr acuerdo sobre temas soslayados durante muchos años en Conferencias anteriores.

Con el 2019 como referencia, el texto final pidió reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero en un 43 por ciento para 2030 y de 60 para cinco años después. 

Por la supervivencia

Aunque constituyen un paso en la dirección correcta, los resultados de la COP 28 aún son insuficientes para proteger a todas las poblaciones y al planeta.

El texto tiene lagunas jurídicas que dejan espacio a la interpretación y abren una puerta a la posibilidad de hacer fracasar la capacidad de salvaguardar a la especie humana ante los crecientes efectos del cambio climático.

Para garantizar el éxito, las naciones industrializadas, que históricamente han sido las más contaminantes, tendrán que cumplir los compromisos asumidos en Dubái y avanzar con más rapidez hacia la meta de cero emisiones.

El futuro del planeta necesita del cumplimiento estricto de lo acordado en la COP 28, un compromiso que obliga a que las luces brillen con más fuerza para espantar las sombras medioambientales.