La Habana, Cuba. – Es de esperar que los dirigentes políticos latinoamericanos, buena parte de ellos hoy afiliados a las tendencias progresistas, estén valorando con exactitud la hora histórica que se viene gestando a escala global en nuestros días.

De hecho, hasta ahora, parecería que es así.

Todo indica, a partir de pronunciamientos y decisiones a título propio o colectivo, que existe la conciencia de una oportunidad para nuestra región de elevar su presencia en las decisiones internacionales y dejar atrás el papel de coro de Washington a que nos hemos visto relegados por prolongados y duros decenios.

Y es que a tono con los sucesos precipitados en Ucrania por el hegemonismo de factura gringa y sus acólitos de otras latitudes, el esquema de un mundo multipolar se ha hecho más tangible, y la ventana a nuevos tiempos está más abierta.

Buenas señales

Hay que advertir que la cumbre de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC, realizada en Argentina, no pudo ser más oportuna en el ejercicio de criterios propios para el Sur del Hemisferio.

Hubo una seria confirmación de que esta área geográfica suscribe la paz y el respeto a los derechos ajenos como una política medular, por tanto privilegia el diálogo como procedimiento esencial en todo diferendo.

Una posición que la separa de lleno, al menos formalmente, de sumarse a actos belicosos, agresivos e injerencistas tan de moda en las agendas de quienes dictan sus normas particulares como ucases para todos los demás.

Junto a ello, la negativa expedita de gobiernos del área de remitir material bélico a Ucrania bajo la apresurada solicitud de quienes urdieron esa guerra. 

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