La Habana, Cuba. – Ciertamente, los cambios políticos que con mayores o menores tropiezos se han estado generando en América Latina en los últimos tiempos, no dejan para nada de tener relación con una atmosfera internacional también en profunda mutación en estos precisos días.

Hay que remarcar que, para disgusto de los poderes fácticos norteamericanos, el planeta va dejando atrás los esquemas y el ordenamiento basados en la unipolaridad, para dar paso a una diversidad donde nuevos actores acceden a la palestra con un modo diferente de asumir las realidades globales.

Las imposiciones y el uso de la irracionalidad y la fuerza están cediendo terreno irrecuperable, y dentro de esa dinámica, América Latina y el Caribe avanzan para construir un destino común más independiente, progresista y ajustado a la igualdad y el respeto entre todos.

Características nuevas

Y hay que advertir que, incluso sin proponérselo, la nueva camada de gobiernos progresistas regionales asume en buena medida el principio marxista de trabajar sobre y a partir de las características objetivas y subjetivas de sus respectivas sociedades y del área geopolítica en la que se enmarcan.

En pocas palabras, con los pies en la tierra, y no a partir de la fallida copia de modelos y experiencias ajenas asumidas de manera acrítica o como verdades absolutas.

Y esa práctica actual, lejos de tender a la dispersión, empuja por el contrario a crecer juntos en la diversidad que nos caracteriza, y que no tiene que dañar consensos estratégicos ni factores tan obvios como los de un mismo origen cultural, iguales desafíos, iguales aspiraciones e iguales oponentes.