Ciento veinte años después, el espíritu de los que aplaudieron el advenimiento de la República, el 20 de mayo de 1902, maniatada por una potencia extranjera, asoma, unas veces desembozadamente, otras de una manera insidiosa, en actos y actitudes que no deben pasar inadvertidos
No hay otro modo de poseer un Estado libre, si no es arruinarlo primero, aseguraba en 1532 Nicolás Maquiavelo. Medio milenio después parece escrita para Cuba esa afirmación, contenida en El Príncipe, el texto más controvertido de la literatura política de todos los tiempos.
Ni en sus más festinados sueños, Orville H. Platt pudo imaginar algo como la Ley Helms-Burton.En las pretensiones de recolonizar a Cuba, aquel senador por Connecticut, padre de la Enmienda que llevó su nombre, quedó superado ampliamente por ese engendro legal, que entró en vigor un día como hoy de 1996.
Ni en sus más festinados sueños, Orville Platt pudo imaginar algo como la Helms-Burton. En las pretensiones de recolonizar a Cuba, aquel senador por Connecticut, padre de la Enmienda que llevó su nombre, quedó superado ampliamente por ese engendro legal, que entró en vigor un día como hoy de 1996
El 29 de mayo de 1934 quedó abolida oficialmente la Enmienda Platt, el apéndice impuesto por Estados Unidos a la Constitución que acompañaría en 1902 el nacimiento de la República de Cuba, un país ocupado entonces por la potencia norteña