En la mitología griega, Urano era un dios primordial que personificaba al cielo, y era hijo y esposo de Gea, la Madre Tierra. Precisamente, el nombre de esa deidad es el que recibió el planeta descubierto por el astrónomo británico William Jérchel en 1781.
Urano es el 7mo planeta en cuanto a la distancia del Sol, el tercero más grande, el cuarto más masivo y el segundo menos denso del Sistema Solar. Su atmósfera se compone principalmente de hidrógeno y helio, una pequeña cantidad de metano y algunas trazas de agua y amoníaco; precisamente le debe al metano su característico color azul.
Curiosamente, aunque es detectable a simple vista de noche, Urano uno fue considerado un planeta debido a su escasa luz y lenta órbita. Pero cuando Jérchel lo descubrió, se convirtió en el primer planeta encontrado por medio de un telescopio.
Otras peculiaridades de Urano
El séptimo planeta de nuestro Sistema Solar es el único cuyo ecuador está casi en ángulo recto con su órbita; según los científicos, la causa de ello fue una colisión con un objeto del tamaño de la Tierra, por lo menos.
Urano rota en dirección opuesta a la de la mayoría de los otros planetas, y por si fuera poco, lo hace de lado. Un día en este gigante de hielo dura 17 horas y 14 minutos, mientras que el tiempo que demora en darle la vuelta al Sol equivale a 84 años terrestres.
Urano tiene dos sistemas de anillos: uno interno de nueve anillos angostos de color gris oscuro que se complementa con otros dos anillos exteriores; el más interno es rojizo, y el más externo, azul. La única visita que ha recibido este astro es la de la sonda Voáyayer Dos, en 1986.