Para los habaneros era un día más de trajines en las calles populosas, ventilando mil entuertos cotidianos; a las 3 y 10 de la tarde, un primer estallido y un hongo negruzco, como golpe de odio y arrebato, estremeció a la ciudad.

En el puerto, el barco francés La Coubre se había abalanzado violentamente por la proa contra el espigón, mientras la popa quedaba destrozada y un amasijo de metales, maderas quemadas y pedazos de cadáveres volaban como proyección de espanto.

El 4 de marzo de 1960 se produjo el más grande, hasta ese momento, zarpazo del imperialismo contra la naciente Revolución Cubana, e inició una campaña dirigida a que la Isla no recibiera armas para su defensa.

El sabotaje perpetrado por la CIA contra el vapor La Cobre era represalia de los yanquis por la reciente firma de la Reforma Agraria y otras medidas revolucionarias.

Armas para la Revolución

El vapor francés La Coubre traía pertrechos adquiridos en Bélgica por la Revolución Cubana: cajas de armas y municiones, de estas últimas, 29 entregadas gratuitamente a la Isla.

El sabotaje a la nave, liderado por la CIA el 4 de marzo de 1960, dejó como saldo de las dos explosiones un centenar de muertos, de ellos 6 marinos franceses, y unas 200 personas heridas.

El Comandante en Jefe Fidel Castro acudió a la rada habanera y dirigió los trabajos de rescate, apoyado por un pueblo que voluntario se presentó a colaborar, desafiando los riesgos; al día siguiente se enterraron las víctimas del vapor La Coubre y Cuba tuvo otra página definitoria en su historia.

Este fue el preludio de lo que a lo largo del proceso revolucionario ha sido la decisión irrevocable de un pueblo: nació la consigna de ¡Patria o Muerte!