Fusilamiento de los estudiantes de Medicina un crimen del colonialismo español

La Habana, Cuba. – Corrían  tiempos de opresión e injusticia, también de lucha y libertad. Inmersos en una guerra harto difícil, las fuerzas españolas, sabedoras de que Gómez y Maceo no daban tregua en tierras guantanameras, buscaban cualquier pretexto para extender el terror.

Y fueron los estudiantes del primer curso de Medicina los que pagaron, incluso con su vida. Se les acusó de profanar la tumba del periodista reaccionario Gonzalo de Castañón, versión apañada por el gobernador político de La Habana, López Roberts.

La tarde del 27 de noviembre de 1871, los ocho estudiantes sentenciados a muerte fueron conducidos por los llamados voluntarios hasta el antiguo Cuartel de Ingenieros, próximo al Castillo de la Punta.

El Himno de la vida

La ira de los Voluntarios, integristas recalcitrantes que exigían escarmientos, llevó a juzgar por segunda vez en Consejo de Guerra a los estudiantes.

Hostilizados por esta especie de milicia paramilitar, la justicia colonial elevó de 5 a 8 la cifra de los condenados a muerte.

Tres fueron elegidos por sorteo: Carlos de la Torre, Eladio González y Carlos Verdugo. Otros 31 recibieron sanciones de privación de libertad.

Un español, el capitán Federico Capdevila, defendió con honor a los encartados en su condición de abogado, al igual que Nicolás de Estébanez, quien en señal de condena rompió su espada.

De rodillas y de espaldas fueron fusilados los estudiantes de Medicina.

Como es tradicional, el estudiantado rendirá homenaje a aquellos inocentes en el Mausoleo de La Punta, cantando ante la tumba inolvidable, como dijera Martí, el himno de la vida.