La Habana, Cuba. – Poco se ha divulgado sobre la rebelión de negros esclavos el 5 de noviembre de 1843 en el ingenio Triunvirato, en la provincia de Matanzas.

Esa insurrección marcó un hito en la historiografía cubana del siglo XIX, no solo por ser comandada por una mujer lucumí, la esclava Carlota, sino porque despertó y alentó a otros centrales productores de azúcar, cuyos esclavos sufrían terriblemente ante los tratos de sus amos.

Con Carlota se alzaron también las criollas Carmita y Juliana; Filomena, del ingenio Acana; y Lucía, lucumí del ingenio Concepción. Y llama la atención que todas son de Matanzas.

La noche del 5 de noviembre, los colonos blancos confundieron los toques de rebelión con alusiones a los ancestros de los negros; sin embargo, era el aviso al alzamiento.

La mujer, haciendo historia

La esclava Carlota peleó intensamente contra los blancos que, con mucho más recursos que los alzados, ofrecieron resistencia, pero la corajuda mujer se hizo sentir, a tal punto que sus enemigos se ensañaron con ella.

Cuentan las crónicas de la época que una vez capturada, fue descuartizada en una acción inimaginable. En la década de los años 40 del siglo XIX en Cuba, los colonos españoles aplicaron métodos horribles contra los negros.

Se recuerda así la crueldad y el barbarismo contra los miembros de la Conspiración de la Escalera, el asesinato del poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), y otros más víctimas de esa política genocida.

Precisamente el año de 1844 se recuerda como el año del cuero. Carlota quedó como un símbolo de la lucha contra la esclavitud.