Desde los primeros tiempos del nacimiento de La Habana, en la costa norte, o de su surgimiento en esta área, los residentes en este territorio que hoy pertenece a la capital, han tenido diversas dificultades con el abasto de agua.

Según datos del doctor Emilio Roig de Leuschering,  publicados a mediados del siglo Veinte, en sus inicios “los vecinos se abastecían del agua de un jagüey o cisterna, que Arrate y otros historiadores situaron en la desembocadura del río de Luyanó”.

Luego añade que allá “por 1550, el gobernador Gonzalo Pérez de Angulo y los señores capitulares -según cabildo de 11 de agosto,” se preocuparon por la conveniencia, para los residentes en la isla y los pasajeros que llegan a este puerto, que se trajera el agua de La Chorrera, como se conocía entonces al río Almendares.

Buscar solución a la falta de agua

Entre los años 1592 a 1835, nada más y nada menos que durante 243 años, la Zanja Real fue el único acueducto que llevó agua a quienes vivían en La Habana o estaban de paso en ella.

El historiador Emilio Roig se refirió al insigne ingeniero Francisco de Albear, cuando dijo: “en su Memoria sobre el proyecto de conducción a La Habana de las aguas de los manantiales de Vento, si el agua de la Zanja Real era excelente para riegos, y muy útil para los trabajos del Arsenal, aquella resultaba un pésimo medio de conducción de aguas potables”.

Por esas y otras razones, los habaneros siguieron sufriendo la falta de agua, de ahí que en 1856, el ingeniero Albear, habanero por más señas, se propuso solucionar un tema tan importante como el abasto de agua a La Habana.

Conocimiento y tesón del ingeniero Albear

En 1856, el coronel de ingenieros Francisco de Albear, habanero de nacimiento y por convicción, se propuso solucionar adecuadamente el acuciante tema de la falta de agua en La Habana.

Para lograrlo, proyectó construir un acueducto que tomaría el agua de los manantiales de Vento, en la margen izquierda del río Almendares.

Carlos Pedroso, dueño del terreno necesario para emplazar las obras, los donó y el proyecto de Albear se aprobó mediante la Real Orden, de fecha 5 de octubre de 1858.

Las labores empezaron el 28 de noviembre de ese año y acabaron en 1893.