La Habana, Cuba. – Si viviera entre nosotros hoy el príncipe de Dinamarca, Hamlet, se preguntaría ¿Tener presencia en las redes sociales, o no?, esa es la cuestión. La respuesta es sí y cada vez más, por ser uno de los escenarios de debate más importantes en la actualidad. Aunque Cuba llegó tarde a este escenario su presencia en Internet no deja de crecer, hoy somos más de 7.5 millones los cubanos que navegamos por la red de redes y más del 80%, lo hacemos desde dispositivos móviles.

Pero ese espacio virtual, como el real, tiene zonas altamente tóxicas y una de ellas es la de las redes sociales digitales. Los poderes imperiales las utilizan como principal vector de ataque contra personalidades y gobiernos que no comulgan con las ideas emanadas de sus centros de poder. Uno de los ideólogos estadounidenses más activos en este campo, Gene Sharp, decía “La naturaleza de la guerra en el siglo XXI ha cambiado (…) Nosotros (los estadounidenses) combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas”. Por su parte John Arquilla, militar de carrera, que ha dedicado años al estudio de los nuevos escenarios bélicos dijo en el ya lejano 1999, “La computadora es el arma de la guerra del futuro, y la línea del frente no es virtual, pues la batalla tradicional y los bits asumirán el papel de las balas para apoderarse del control del aire”.

Hace unos meses fue noticia la divulgación de los “papeles de Facebook”, un compendio de documentos publicados por un consorcio de diecisiete medios de prensa, entre los que estaban la CNN y el New York Times, que ponía el dedo en la llaga sobre como esa red social se había convertido en una maquinaria expendedora de odio. La información provino de una exempleada de la compañía, quien declaró al The Wall Street Journal y ante el Congreso estadounidense y el parlamento británico, pero eso no es nuevo, ya hace años otro exempleado de la compañía, Jaron Lanier, en su libro Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato, decía: “La Primavera Árabe fue una ocasión propicia para que Silicon Valley se felicitase de forma entusiasta a sí mismo.

Ejemplos similares se han visto en Irán, Rusia, Bielorrusia, Venezuela, Nicaragua y Cuba entre otros países, las redes sociales no han servido para brindar mayor libertad de comunicación, sino como armamento que sincroniza y moviliza procesos contrarrevolucionarios utilizando para eso todas las técnicas de la guerra no convencional: las fake news, la desinformación, el llamado a la violencia y el lenguaje del odio. Estudios publicados al respecto coinciden en que esas plataformas de comunicación aumentan la polarización social como estrategia geopolítica mundial, encaminada a debilitar los estados nacionales a través del fomento de la pérdida de confianza y legitimidad de los gobiernos, acusándolos de corruptos, incapaces, etc. cuando resultan incómodos o no se comportan como aliados del imperialismo.

Desgraciadamente resulta más fácil difundir una falsa noticia con determinada carga emotiva ya que la mayoría de las veces las personas no contrastan con otras fuentes creíbles si una información real o no. A eso se suma la entrada en escena de la llamada posverdad donde “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”, según dice el diccionario de Oxford.

Ahora bien, en el caso específico de Cuba, se cuenta con fortalezas para enfrentar esta situación, entre ellas, una población con un alto nivel de instrucción conocedora de que está defendiendo un proyecto social justo. Nuestra presencia en las redes está dada por personas consientes, no por robots computacionales u odiadores profesionales que no defienden un paradigma propio, eso nos da una ventaja tácita frente a nuestros adversarios. Martí decía hace más de 100 años que “Una verdad desde el fondo de una cueva puede más que un ejército”.

Pero en este mar digital embravecido tenemos que navegar y como hizo Norberto Collado Abreu, timonel del yate Granma, llegar a Tierra para combatir, ahí nos vemos móvil en mano.

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