La Habana, Cuba. – El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de la Organizacion de las Naciones Unidas proclamó la Declaración  Universal de los Derechos Humanos, un documento que marcó un hito histórico por cuanto planteaba un ideal común para pueblos y países.

Su texto aboga por la libertad, la paz, la justicia social, la dignidad humana. Pero el mundo está muy lejos de cumplir con esos preceptos.

Lo dice el irrespeto a los millones de niños que mueren por enfermedades prevenibles; de adultos que siguen analfabetos; de quienes sobreviven a la pobreza en emporios de riqueza; de inmigrantes que sufren la xenofobia; de mujeres discriminadas; de civiles masacrados en guerras desatadas en nombre de la democracia.

Con dobles y perniciosos raseros suele medirse el tema de los derechos humanos. Si sabrá Cuba de esa retórica de manipulación política con que se pretende estigmatizarla.

Avances incuestionables

Rendir culto a la dignidad plena del hombre, como ansió José Martí es una prioridad para la Revolución cubana. Y en condiciones muy adversas ha promovido el derecho a la vida, a la salud, a la enseñanza para todos; el acceso a la cultura; el disfrute del deporte; el respeto a la diversidad cultural, religiosa y de identidad sexual; a la atención a las personas discapacitadas; la garantía de la seguridad social y la tranquilidad ciudadana.

Frente a arrogantes críticos que tratan de desdibujar la realidad y permanecen inmutables ante constantes actos de barbarie en el mundo, Cuba exige respeto al derecho a escoger su sistema político y el fin del bloqueo irracional que asfixia y lastra el avance.

Defiende el diálogo honesto, de concensos para mejorar esta sociedad que aspira al socialismo, fortalece su marco jurídico e institucional, y actualiza su modelo de desarrollo económico-social.

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