La Habana, Cuba.- Cuando Lionel Messi y Cristiano Ronaldo desembarcaron en las mentes de muchos de los que habitamos este planeta, colonizaron parte de nuestra objetividad.

Al menos la futbolística, pues el pulso que habitualmente sostienen por el balón de oro, mantiene a muchos cautivos de imparcialidad y a la mayoría, apresados en encarnizadas e inútiles escaramuzas dialécticas.

Nadie duda de la extraordinaria calidad de estos auténticos portentos de ese negocio llamado fútbol. Sus cartas de recomendación son espléndidas biografías de títulos, goles, pases y jugadas, que los hacen inalcanzables para el resto de sus colegas de profesión, y aunque la ley natural del deporte diga que acorde avanza el tiempo, el rendimiento y los resultados de los atletas tienden a disminuir, ellos se encargan de destrozar semejante exactitud, superando sus formidables registros.

Balón de Oro

Dentro de pocas semanas, el mundo periodístico especializado otorgará el Balón de Oro al mejor del mundo. El trofeo que ha vivido diversas fórmulas de elección, incluyendo algunas desafortunadas fusiones, no siempre con la seriedad que conlleva, distinguirá a Lionel Messi o Cristiano Ronaldo como atletas cuyas semillas y leyendas en la tierra del fútbol aumentan, para espantar a todo el ingenuo que intente imaginar lo más alto del podio sin ellos.

En cuanto se anuncie el ganador, comenzarán a levantarse ampollas en el particular oasis futbolístico de cada cual. Nadie encajará bien los argumentos esgrimidos para elegir al afortunado, siempre que no sea de su satisfacción.

Muchos hasta se mostrarán públicamente indignados por lo que consideran una decisión injusta. Tantos serán los análisis y pareceres de esos sabios del fútbol, que los más hambrientos de esa feliz fiebre, podrán desayunar durante varios días, las ideas que otros de sus adeptos pensaron la noche anterior.

Sin embargo en esa incesante indagación del dominante, como si fuera el brebaje de la perpetuidad, olvidamos un punto que debe marcar la diferencia para establecer quién es el mejor, al menos en una cancha donde se baten once contra once.

Esa categoría debe hacer escala en quién es más influyente en el juego. En este punto tan pasional, en el que la solución se antoja imposible, cada gol, récord, gesta y premio de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo anudará más el debate.

¿Messi y Cristiano?

La polémica que les acompaña sobrevivirá a uno y otro y le continuará brindando sustento al Balón de Oro, para reforzar su pujanza y contradicción. En la historia reciente del fútbol no sería posible encontrar una porfía que se asemeje a la que protagonizan esas dos atletas extra clase que se engrandecen mutuamente.

Ambos son patrimonio de los amantes del deporte, sin importar su nacionalidad y el color de las banderas de sus clubes. El fútbol continuará siendo pasión, vida y hermandad. Elegir al mejor, nunca será democracia absoluta. La más cercana razón es simple y extenderá el debate: Los encargados de elegir son humanos, quienes lo asimilan o intentan digerir sus decisiones también.

Entonces como afortunadamente jamás llegaremos a un acuerdo, le propongo algo menos complicado y de seguro excelente y perpetuo aroma. ¿Qué perfume prefiere usted?: uno aclamado como Lionel Messi u otro aplaudido como Cristiano Ronaldo.