La Habana, Cuba. – Dieciséis años atrás el huracán Katrina impactó con violencia sobre el sureste de los Estados Unidos, pero se ensañó con Nueva Orleans.

El 29 de agosto de 2005 la legendaria ciudad a orillas del río Mississipi, la que es sedimento del jazz y guarda para sí influencias francesas y españolas en sus orígenes, cambió su fisonomía ante la devastación causada por Katrina.

Sólo allí en más de mil 300 se calculan los muertos. Los diques colapsaron y la ciudad fue arrasada por descomunales inundaciones. El mundo presenció entonces el horror de semejante catástrofe. Cuba, tan cercana, tendió de inmediato su mano franca, cordial. Ofreció ayuda de emergencia.

Y el 4 de septiembre el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz se reunía en el Palacio de las Convenciones con la brigada médica presta a socorrer a heridos y damnificados por el huracán Katrina en Estados Unidos.

Generosos defensores de la vida

El 4 de septiembre de 2005, Fidel se reunió con mil 586 profesionales de la salud, listos para apoyar al pueblo estadounidense en las zonas devastadas por el huracán Katrina.

En Nueva Orleans y otras ciudades el panorama era dramático. Miles de personas necesitaban asistencia médica urgente.

Y Fidel propuso que esa brigada médica llevara el nombre del joven neoyorquino Henry Reeve llamado «El Inglesito», que ganó los grados de Brigadier del Ejército Libertador y cayó combatiendo por la independencia de Cuba.

El gobierno de George Bush desestimó el ofrecimiento de Cuba, pero perduró aquella fuerza médica para futuras misiones de cooperación en condiciones de desastres, integrada por generosos defensores de la salud y de la vida, vencedores del dolor y de la muerte, como los llamó Fidel.