Tokio, Japón. – Doblar una hoja para convertirla en una obra de arte es una tradición de más de 600 años en el Japón ultramoderno que acoge ahora a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
El Origami, la técnica de doblar el papel, es algo intrínsicamente unido a la cultura nipona, porque no es solo una acción pretendidamente artística, sino el intento de expresar un sentimiento.
Siglos atrás, cuando comenzó esa práctica cuyo origen se pierde en el tiempo, el Origami era el intento de entregar papel para envolver un regalo y también un símbolo de pureza y jerarquía, que después pasó de las clases más ricas a las pobres.
Dicen los viejos maestros que es algo para envolver el corazón, asegura con mucha seriedad Ruri Hachimoto, una sesentona que trabaja como voluntaria en la Sala de Prensa de la Olimpiada.
Sin cortar, ni pegar
Para los japoneses que dominan esa ancestral práctica, el Origami tiene una faceta terapéutica y de meditación, por lo que es considerado como una especie de Yoga mental.
Y es que hay que ser paciente y además avispado para doblar un solo pliego de papel y lograr la forma requerida, sin cortarlo, ni pegarlo. Por otro lado, hacer una de esas diminutas figuras y regalarla es un acto de suma amistad y respeto hacia una persona, que recibe una pequeña obra de arte.
Es ese el motivo por el que en la Sala de Prensa de la Olimpiada algunos voluntarios regalan Origamis con la forma del Monte Fuyi, y la frase en inglés: Siempre eres bienvenido a Tokio.
Es otra de las tantas muestras de amabilidad que el pueblo japonés ofrece por estos días olímpicos.