La Habana, Cuba.-  Cada año, Cuba destina como promedio unos dos mil millones de dólares a la compra de alimentos en el mercado internacional. Buena parte de esa erogación es la que garantiza la canasta básica que todos los meses llega a las bodegas a lo largo y estrecho del país.

No es un secreto para nadie que la economía cubana vive tiempos difíciles y por eso cuidar cada centavo es casi un asunto de seguridad nacional que involucra a todos, dirigentes y trabajadores.

Salvaguardar la riqueza colectiva, incluso en tiempos de bonanza, tiene que ser prioridad de las empresas estatales, desde las más grandes hasta las más humildes.

Y precisamente ese es uno de los objetivos del control interno, un mecanismo diseñado por la Contraloría no solo para detectar ilegalidades, sino para establecer un patrón de auto-preservación de los bienes públicos.

Hacer bien las cuentas

El país tiene que calcular lo que gasta centavo a centavo, casi como un bodeguero, como le gusta decir a un reconocido economista cubano.

Hoy, con 50 millones de dólares se pueden adquirir en el mercado internacional unas 90  toneladas de petróleo, 440 de pollo, 138 de arroz o unas 20 de leche en polvo.

Claro que esa cuenta, simple y basada en datos de la FAO y de otras instituciones extranjeras, no incluye el costo de los fletes, ni el riesgo que supone el bloqueo que persigue todas las transacciones cubanas en las cuatro esquinas del planeta.

Como es fácil de entender, esos 50 millones le hubieran venido muy bien a la economía nacional, pero ese es el monto de las pérdidas recién detectadas por la Contraloría, solo en las empresas de La Habana.