La Habana, Cuba. – A lo largo de 60 años, Estados Unidos se ha empeñado en llamar embargo al bloqueo económico, financiero y comercial impuesto a Cuba desde el 3 de febrero de 1962.

Generalmente, se conoce como embargo la forma judicial de retener bienes para asegurar el cumplimiento de una obligación contraída legítimamente.

Puede ser también una medida precautoria de carácter patrimonial autorizada por juez, tribunal o autoridad competente, con igual propósito de cumplir por el deudor sus compromisos con sus acreedores.

Sin embargo, Cuba ni es deudora, ni ha cometido delito que autorice el secuestro y liquidación de sus bienes a favor de Estados Unidos. Entonces, el embargo es sólo un eufemismo para encubrir un acto de guerra.

Un acto de guerra

Desde la Conferencia Naval de Londres, en 1909, es un principio aceptado en el derecho internacional que el bloqueo es un acto de guerra, por lo que sólo es posible su empleo entre beligerantes.

No existe, por otra parte, norma internacional que justifique el llamado bloqueo pacífico, una práctica de las potencias coloniales del siglo XIX y de principios del pasado.

Lo real y tangible es que la expresión de embargo encubre un entramado de leyes que conforman un oprobioso cerco alrededor de Cuba.

Washington emplea la figura del embargo para no reconocer que nos aplica medidas de tiempo de guerra, sin declarar legalmente la beligerancia contra el pueblo cubano, al que trata de someter por la fuerza.