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La demora provocada por Israel para concretar la segunda fase de las negociaciones con Hamás, sigue amenazando la vida de los sobrevivientes de la masacre en Gaza.

De manera precaria se mantiene la tregua establecida en la primera fase del acuerdo, que concluyó el 1ro. de marzo; pero el relativo silencio de las armas no está asegurando la vida.

A la escasez de alimentos provocada por el bloqueo israelí para prohibir su entrada, se une ahora la carencia de agua como resultado del corte de la electricidad decretado por Tel Aviv.

Ello obligará a que la desalinizadora de Deir A Balah, que aporta el agua potable a la Franja, deje de funcionar.

La medida provoca daños a otros servicios básicos y a la atención sanitaria; de modo que la política genocida de Israel se mantiene, como acaba de denunciar el movimiento armado palestino.

Maniobras dilatorias.

Ya han comenzado las conversaciones, con la mediación de Washington, para entrar en la segunda fase de negociaciones, luego de una dilación provocada por la introducción de nuevos condicionamientos israelíes.

Según reportes, Hamás ya habría accedido, incluso, a su desarme y posterior salida de Gaza, en un cambio de postura motivado, evidentemente, por el propósito de librar de su calvario a los civiles que allí viven.

Ello se realizaría en el marco de una tregua de entre diez y cinco años. El movimiento palestino también estaría de acuerdo en proseguir con los intercambios de rehenes en su poder, por presos palestinos.

Pero falta el compromiso crucial de Israel de desalojar el territorio que ha ocupado, y del que pretende desalojar a los gazatíes. Mientras Netanyahu no renuncie a ese anhelo recolonizador, la paz en Gaza será un imposible.

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