La Habana, Cuba. – Combatiente de primera línea en cada gesta que vivió el país en los últimos setenta años, Fidel estuvo rodeado de la mística de los seres que nunca pierden.

Siempre, cuando parecía que la noche era más negra, fue capaz de convertir los reveses en victorias para seguir adelante, incluso cuando su vida estuvo en franco peligro.

Cualquier otro hubiera abandonado la lucha tras los sucesos del Moncada, un revés militar que supo transformar en la victoria estratégica que cinco años y medio después llevó al poder a la guerrilla verdeolivo.

Con una mezcla de tozudez, inteligencia y cálculo, se empinó sobre todos los obstáculos que impedían el paso de una Revolución que supo que era más grande que nosotros mismos. Por eso, habrá perdido alguna escaramuza, pero, contra la mayor fuerza que se puede enfrentar, ganó la gran batalla de la Historia.

Estratega militar

En su peor momento, la guerrilla llegó a tener apenas 12 hombres y 7 fusiles, pero Fidel, sin experiencia militar previa, logró enfrentar y derrotar a un ejército varias veces mayor y mejor armado.

Quizás fue esa la máxima expresión de una desbordada capacidad estratégica que le permitió ver más lejos que nadie y sobre todo anticipar los pasos del enemigo y establecer los movimientos propios.

Por eso, no resulta extraño que concibiera la doctrina de Guerra de todo el pueblo, un método de lucha que combina a las fuerzas armadas con tropas irregulares y que ofrece a todo ciudadano un lugar y un arma para defender al país. Como el más exquisito ajedrecista y desde la primera trinchera, planeó todo para que este pequeño país se convirtiera en un bastión inexpugnable, el mejor ejemplo de la brillantez del liderazgo invencible de Fidel.