La Habana, Cuba. – Una macabra componenda del imperio hizo estallar en plena rada habanera al acorazado Maine en 1898, burdo pretexto para intervenir en Cuba como parte de un plan de intervención de Estados Unidos en la guerra que libraban los cubanos por su independencia de España.

Más de 270 marineros y oficiales inocentes perdieron la vida como resultado de esa declaración de guerra que cerraba la puerta a cualquier diálogo.

El escenario creado por políticos, militares y medios yanquis contribuyó a que el presidente William McKinley propusiera terminar la guerra en Cuba por las fuerzas.

Una vez más, como harían luego con el sabotaje a la Coubre y al avión en Barbados, entre otras acciones criminales, el imperio intentaba apoderarse de Cuba y destruir su Revolución.