La Habana, Cuba. – Como los buenos corredores, el candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, hizo un increíble sprint final, pero no le alcanzaron las fuerzas para superar al ultraderechista Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil.
De esa forma, el Palacio de Planalto se llenará rápido a fines de año de las fuerzas políticas más oscuras de Brasil, aunque tendrán que gobernar con un Congreso fracturado en treinta partidos, con mayoría para el Partido de los Trabajadores (PT).
La votación de este domingo evidenció la polarización del país, golpeado por una campaña electoral en la que hubo tensiones y noticias falsas, pero sobre todo actitudes barrioteras de Bolsonaro.
Vamos a barrer del mapa a los bandidos rojos. O van presos o marchan al exilio, proclamó hace una semana, sin esconderse, el ahora presidente electo en una arenga a miles de seguidores retransmitida por la red social Facebook.
Neoliberalismo a pulso
Misógino, homofóbico y hasta racista, Jair Bolsonaro utilizó el tema de la inseguridad ciudadana como una garrocha para saltar por encima de la izquierda y ganar las elecciones del domingo.
Como si fuera poco, se vendió bien ante la oligarquía nacional y el capital extranjero, con sus planes de privatización del amplio sector estatal brasileño, incluso de la petrolera PetroBras.
Sopla el viento del neoliberalismo, ese que se ha acompañado de resonar de las botas y los fusiles. Por eso, sabedor de la añoranza de Bolsonaro por los tiempos de la dictadura, el presidente del Tribunal Supremo de Brasil, José Antonio Dias Toffoli, se adelantó este domingo a decir que el mandatario electo tendrá que respetar las instituciones, la democracia y el poder judicial.
Sabe que con el nuevo gobernante, a Brasil llegó la oscuridad.