La Habana, Cuba.- En un potrero de los campos de La Reforma, en la central provincia de Sancti Spíritus, donde su padre se batía contra las tropas del colonialismo español, nació hace 140 años el cuarto de los hijos de Bernarda Toro y Máximo Gómez.
Nombrado Francisco por sus progenitores, Manana nunca olvidó aquel 11 de marzo del nacimiento de su Panchito en plena manigua.
Dos años tenía el niño cuando la familia Gómez Toro marchó en peregrinaje de 10 años por Jamaica, Honduras y Nueva Orleáns, estableciéndose en una finca cercana a Montecristi, Santo Domingo, tierra natal de su padre.
Alto, trigueño y de afectuoso talante, Panchito se caracterizaba por ser un buen jinete y sentir reverente pasión por la mujer y por la Patria.
Gustaba de la lectura y tenía correctos modales, lo que le ganaba el aprecio general.
José Martí y el hijo de Gómez
Al escribir sobre su hijo mayor, Máximo Gómez recordaría el diálogo sostenido entre ambos en tierra dominicana, ante la presencia de José Martí, cuando preparaban el regreso a Cuba. ”Que te quedes”, le dijo el padre. “El deber me manda ir a tu lado, No es posible que yo me concrete a empujar la barca que te ha de llevar al sacrificio por la libertad de la tierra que guarda mi cuna”, dijo Panchito.
Un año antes, en 1894, en carta al Generalísimo, Martí escribió sobre Panchito: “Ya él conoce la llave de la vida, que es el deber”.
Decisiva fue la influencia del Apóstol sobre el pensar de Francisco Gómez Toro. Había sido su secretario personal y cuando el Héroe cayó en Dos Ríos, llevaba el revólver que le regalara Panchito.
Con Antonio Maceo estuvo en Ceja del Negro y otras acciones y cruzó la Trocha de Júcaro a Morón.
Mambí desde su nacimiento
Aquel infausto 7 de diciembre de 1986, cuando Baldomero Acosta avisó de la presencia de una columna española, el capitán Francisco Gómez Toro se encontraba convaleciente de las heridas sufridas en el combate de La Gobernadora y alejado del escenario principal de los acontecimientos.
Al conocer de la muerte de Antonio Maceo, se fue a rescatar su cadáver y sin más armas que su arrojo y fidelidad, dando por respuesta a quienes trataban de impedirle su heroico gesto, dijo: “Yo voy a morir también”.
Desde Montecristi había escrito a su padre, ya en Cuba: “Hasta que yo no haya dado la cara a la pólvora y a la muerte, no me creeré hombre. El mérito no puede heredarse, hay que ganarlo”.
Mambí desde su nacimiento, Panchito devino valiente héroe de la patria.